Madre e hija me utilizan de muñeco de prácticas. - Capítulo 1

En esta historia cuento la única vez que me he sentido como un pene con patas y lo mucho que lo he llegado a disfrutar.

Para explicarla bien debo ir unos cuantos años atrás, por aquél entonces yo trabajaba como camarero en una cafetería de pueblo. Y cuando digo pueblo me refiero a una pequeña localidad cercana a la capital, era una zona de alto nivel adquisitivo con lujosas casas, amplias y adornadas calles y carísimos coches moviéndose arriba y abajo.


Siempre he sido una persona muy sociable y viendo lo provechoso de tratar bien a mis clientes (traducido en jugosas propinas) no tardé en hacerme conocido por casi todos.


Había una gran variedad de clientes, desde hombres y mujeres de negocios que me miraban por encima del hombro hasta gente verdaderamente buena.


Y es de éste último tipo del que forman parte las protagonistas de ésta historia. Sara era una mujer de mediana estatura, rubia y con la piel blanca. Sin duda era muy atractiva, con las facciones de la mandíbula un tanto duras y con unos ojos verdes que regalaban una mirada dulce.



Tenía un cuerpo que llamaba la atención al poco que vistiera con ropa ajustada, unas caderas anchas daban paso a una relativamente estrecha cintura para luego volver a ensancharse en la zona del pecho. Sus tetas eran verdaderamente impresionantes, tanto que durante años dudé de su naturalidad.


Solía vestir algo seria pero los días que arriesgaba un poco era una auténtica delicia tenerla delante.


Durante años había sido la dueña de la única peluquería del pueblo, eso unido a la fortuna que le dejó su marido al morir le permitió jubilarse a una temprana edad para disfrutar de su tiempo y de su única hija Paula.


En ese tiempo no era más que una tímida adolescente que se sonrojaba cada vez que me acercaba a atenderlas a la mesa, Sara en cambio era muy extrovertida y rápidamente establecimos una relación casi de amistad. Y digo "casi" porque no es que quedáramos para irnos de cañas, pero sí que al menos llegamos a añadirnos como amigos en Facebook pese a que ella era unos cuantos años mayor que yo. Sí, por aquél entonces la gente aún utilizaba Facebook.


Pasó el tiempo y yo dejé el trabajo por uno más relacionado a lo que yo había estudiado, Dirección de Empresas, y evidentemente nuestra relación se enfrió.



Mi vida laboral me llevó por fin a crear mi propia empresa con la cual me dedicaba a organizar eventos privados, para ello mis antiguos clientes de la cafetería me eran de mucha ayuda ya que era el público ideal para mi negocio. Por ello me dediqué a recuperar el contacto con todos los que puede y eso incluía a Sara.

Por suerte ella aún utilizaba Facebook por lo que hice un perfil para mi empresa y, con mucho tacto, me puse en contacto con ella.

La suerte hizo que fuera justo en el momento ideal ya que resultaba que su hija Paula acababa de cumplir los 18 y su madre quería organizarle su fiesta de cumpleaños por todo lo alto.

" ¿Tienes algún local donde visitarte y explicarte exactamente lo que estoy buscando?"

" Sí pero como tú eres una clienta VIP ese servicio lo puedo hacer a domicilio, así no te tienes que desplazar. " Contesté yo intentando parecer lo más servicial posible.

" Veo que sigues siendo un cielo" me dijo ella antes de pasarme su dirección exacta y el horario en el que podía ir a visitarla.

Cuando lo hice no sabía que estaba apunto de empezar una historia que jamás seré capaz de olvidar.

- Vaya parece que por tí no pasa el tiempo, sigues igual de guapo y joven como te recordaba.- me dijo Sara a modo de saludo al verme.

- Muchas gracias.- dije yo sonrojándome ligeramente- La verdad es que lo mismo digo Sara, estás estupenda parece que haya hecho un viaje al pasado.

- Ay, eso lo dices por quedar bien.- concluyó ella dándome dos besos- Pero pasa, pasa no te quedes en la puerta.

La verdad es que no lo había dicho por eso, realmente la veía igual de buenorra como la recordaba. Vestía un ajustado vestido que llegaba por encima de sus rodillas y con escote redondo que, pese a no enseñar nada, enmarcaba su perfecto y majestuoso par de tetas embutidas en aquella tela sedosa.

Recuerdo volver a plantearme si eran naturales o operadas, era un enigma que me ponía duro al instante.

Me invitó a un café mientras no poníamos un poco al día de nuestras vidas, parecíamos dos amigos reencontrándose después de mucho tiempo y a ninguno de los dos parecíq apetecernos hablar del evento.

Me explicó que su hija Paula seguía siendo igual de tímida que antaño, eso había hecho que no tuviera demasiados amigos, que jamás hubiera tenido novio y que no saliera demasiado de casa. Iba de la universidad a la académia de idiomas (dónde estaba en aquel momento) y de ahí a casa.

Al cabo de un rato cambiamos el café por vino y Sara se abrió aún más, me dijo que estaba bastante preocupada por su hija y que además al tenerla siempre en casa ella apenas tenía tiempo para socializar por su cuenta ya que sentía que su lugar estaba al lado de su hija.

- Bastante mal lo pasó ya con lo de su padre...- dijo ella melancólicamente con la mirada perdida

- Yo eh...- dije yo dudando si debía dar mi opinión- Sé que no es asunto mío pero pese a que está muy bien tener una relación de amistad con tu madre, creo que todos necesitamos nuestro grupo de amigos privado. Incluída tú.

Sara se me quedó mirando fijamente a los ojos durante unos segundos que parecieron enternos. Me dejó saber que estaba completa y tristemente de acuerdo conmigo.

- Perdóname, no soy nadie para meterme donde no me llaman.- dije rápidamente para romper la tensión- Además yo también era si cuando era pequeño...

- Vaya éso sí que me sorprende, ¿Y qué te hizo cambiar?

- Rebeca, una chica de mi instituto. Consiguió superar todas esas barreras que yo había construido y las derribó por completo.- dije yo melancólicamente

- Debe de ser alguien muy importante para tí...

- Bueno, no creas. Al año siguiente me puso los cuernos con su mejor amigo y me dejó, pero yo ya había superado por completo mi timidez.

Ella rió mientras volvía a servir otra ronda de vino.

- Creo que vamos a tener que dejar el tema del cumpleaños de Paula para otro momento, con tanto vino no voy a ser capaz de aclar mis ideas.

Estaba claro que necesitaba compañía, por eso me pidió que no me fuera llenándome la copa, además sus dulces ojos verdes habían cambiado su mirada hacia mi.

Notaba cierto coqueteo que jamás había visto en ella y sus movimientos provocaban que mis ojos se sintieran peligrosísimamente atraídos por la imagen de sus pechos.

Volví a planteanrme la trascendental duda. ¿Naturales u operadas? Y con ello su inoportuna e incómoda erección.

Instintivamente se las miré en un movimiento de ojos tan brusco como evidente. Tan evidente que incluso ella hizo una pausa al darse cuenta mientras me contaba una anécdota más de la timidez de su hija.

Yo me puse extremadamente rojo y, en un movimiento nervioso de brazo, golpeé mi copa vertiendo todo su contenido encima de Sara.

Su precioso vestido estaba perdido de vino que también goteaba hasta el suelo. Yo me levanté al instante intentando absurdamente evitar el accidente.


- ¡Lo siento Sara! Qué torpe soy.- dije yo aún más avergonzado

- ¡No te preocupes, cielo!- dijo ella riéndose.


Me indicó suavemente que me sentara y se agachó a limpiar las gotas del suelo, al hacerlo se formó una línea de visión directa y evidente entre mis ojos y lo más profundo de su escote.

Y digo evidente porque me dió la absoluta sensación de que ella sabía lo qu estaba haciendo.

Eso solo hizo que añadir aún más morbo a todo aquello por lo que yo ya era incapaz de ocultar mi incomodidad causado por mi potente erección.

Ella alzó la mirada a tiempo para volver a pillarme completamente embobado con sus tetas y tras esbozar una sonrisa cómplice la bajó hacia el bulto que se marcaba en mis pantalones.

Yo lo oculté instintivamente sin saber dónde ponerme.

- Si me disculpas voy a cambiarme. Me lo has tirado todo encima.- dijo coquétamente antes de guiñar el ojo y marcharse hacia la escalera.

- Lo siento!- conseguí decir mientras me daba cuenta que en esta ocasión me había quedado embobado con su culo.

El corazón me iba a cien, yo estaba siendo un auténtico desastre y aún así parecía evidente que ella seguía coqueteando conmigo.

Volvió al cabo de unos minutos con una elegante blusa blanca cerrada por unos tensos botones que mantenían, a duras penas, prisioneras aquellas maravillas de tetas. Vestía una falda negra por encima de las rodillas.

- Me he puesto cómoda.- dijo ella posando

- ¡Guau! Si vieras mi ropa de "ponerme cómodo"...

- Ven, vamos al sofá... estaremos más cómodos. - dijo ella en un tono más autoritario

Yo obedecí encantado y me senté a su lado. Sus tetas se apretaban entre sus brazos mostrando un perfecto escote en aquella blusa tan delicada.

Nos quedamos mirando a los ojos unos segundos en los que sentía como me escudriñaba por dentro, y sin mediar palabra levanto suavemente su brazo hasta acariciar mi pelo unos instantes antes de hacerme colocar la cabeza en sus muslos.

No sabía que hacer así que simplemente me dejaba llevar mientras Sara abría lentamente los botones de su blusa a escasos centímetros de mis ojos.

Poco a poco liberó sus preciosos pechos naturales comocándolos encima de mi cara privándome de toda visión y llenándome de felicidad.

Eran perfectamente suaves y jugosas pese a los años, lo suficientemente grandes para conseguir que en aquél momento solo existieran esas tetas para mí.

Al menos hasta que noté su mano acariciar mi duro paquete que parecía a punto de romper el pantalón. Sara lo liberó hábilmente y dejó mi erecta y palpitante polla al descubierto.

Yo seguía sin poder ver nada más que sus tetas y cualquier roce de su suave piel en mi polla me hacía reaccionar con un espasmo de placer.

A Sara le encantaba tenerme así y se recreó en producirme diferentes sensaciones con sus manos mientras yo me volvía loco intentando lamer sus pezones.

Sara me masturbó con maestría agarrando mi miembro con tanta firmeza como suavidad y masajeándolo arriba y abajo como si lo hubiera hecho toda la vida.

Yo me sentía en el paraíso sintiéndome cada vez más cerca de explotar y dejar toda la habitación llena de semen, a su vez sentía que necesitaba follarme aquellas maravillas que Sara me había regalado.

Intenté hablar pero no se entendió nada.

- ¿Qué dices?- me preguntó ella con tranquilidad antes de levantar ligeramente sus pechos de mi cara.

- Necesito follarme tus tetas Sara.- dije yo torpemente.

Ella me ignoró volviendo a soltar sus tetas en mi cara, tampoco era difícil contentarse con aquella increíble paja que ella me seguía haciendo.

- Incorpórate- me ordenó Sara liberándome de su delicioso peso

Me tenía embrujado y comoletamente obediente. Le hice caso sentándome erguido esperando órdenes, ella no las dió. Se levantó la falda mostrándome una deliciosa raja enmarcada por una linea de vello y tras unos segundos de exhibición se montó encima de mi volviéndome a aprisionar en aquel maravilloso mundo que eran sus tetas.

A la vez se había insertado mi polla hasta lo más profundo de su ser y tras unos pequeños movimientos circulares de adaptación empezó a cavalgarme como jamás lo ha hecho nadie.

Con un perfecto movimiento de cadera hacía lleva mi duro y gordo glande de principio a fin de su vagina. De golpe me di cuenta que Sara estaba gimiendo desesperada, de hecho no sabría decir desde cuándo.

Me estaba follando a su antojo, utilizándome como un dildo de carne y hueso, bailando y saltando alrededor de mi duro mástil concentrada en metérselo cada vez más salvajemente.

Yo seguía encantado y medio ahogado entre sus tetas que me abofeteaban una y otra vez con cada cabalgada de Sara, era la primera vez en mi vida que tenía sexo de aquella manera. De hecho siempre he sido bastante dominante pero Sara había conseguido desactivar todos mis mecanismos y me sentía incapaz de moverme.

Sus dedos agarraban mi pelo cada vez más fuerte mientras llegaba al clímax entre gritos y tetas. Después de varios segundos de gemidos y espasmos Sara se desplomó encima de mis piernas aún con mi dura polla en lo más profundo de su ser.



"Espero que no me deje así ahora que ya se ha corrido" pensé mientras Sara me besaba los labios apasionadamente.

- ¿Ma... Mamá?- La voz de Paula sonó como una bomba en nuestros corazones.


Ambos giramos la cabeza bruscamente al origen de aquella voz para ver a Paula en shock mirándonos desde la entrada al salón.

- Cariño...- consiguió decir Sara mientras veía como Paula desaparecía escaleras arriba rumbo, probablemente, a su habitación.


Nos miramos inmóviles durante unos segundos hasta que un conato de sonrisa en la preciosa cara de Sara provocó la mía. Ninguno pudo evitar reirse de aquella comprometida situación. A saber el rato que llevaría Paula viéndonos y con los estruendosos gritos de su madre probablemente se lo habría imaginado desde antes de entrar a la casa.
Y aún así entró...

- Voy a hablar con ella.- sentenció Sara desensartándose de mi aún dura estaca

- Sí...- soné yo decepecionado- Será mejor que me vaya.

- ¿Seguro que quieres irte así?- preguntó ella señalando mi polla- Eso te va a doler si no... evacúas.

Como si yo no lo supiera...

- Pero tu hija...- conseguí decir

- Yo me encargo de ella, tú espérame aquí. Te has merecido una recompensa- contestó haciendo botar sus tetas delante de mi cara justo antes de dejarme solo y empalmado.

Aquellas palabras encendieron mariposas en mi estomago parecidas a las que tenía de niño la noche de Navidad. ¿Me dejaría meter mi polla en medio de aquellas maravillas?

Pasaron los minutos y un dolor en mi abdómen crecía mientras menguaba mi erección. Empecé a volver a la realidad y a plantearme seriamente el marcharme. Pero una vocecita en mi cabeza me decía que si lo hacía me arrepentiría toda mi vida.

Y joder, esa vocecita era jodidamente convincente, así que le hice caso y me quedé...
Te quiero vocecita, me has cambiado la vida coño.

 Sara volvió pasados varios minutos, volvía a estar elegantemente arreglada y sin un pelo fuera de lugar. Llevaba una cinta en la mano y, tras indicarme con gestos que todo iba bien, me tapó los ojos sensualmente con ella antes de acercar sus labios a mi oído.

- Shhhht.- me susurró al oído para que estuviera callado

Mi dolor de abdómen seguía presente ayudando a que mi polla le costara ponerse dura. Se mantenía morcillona entre las manos de Sara que la acariciaba suave y pacientemente.

Mi ansiedad crecía porque yo ansiaba que me hiciera una cubana para acabar por todo lo alto. Era algo que había deseado desde que la conocí y el deseo de conseguirlo contrastaba con la molestia en mi abdómen.

- Si te la pones entre las tetas seguro que...- dije yo poniéndome nervioso

Era la primera vez en ese encuentro en el que me agobié al no ser yo quien llevara el control. Sara respondió metiendo otra cinta de tela en la boca para que me callara.

- Quizás esto te ayude...- volvió a susurrarme al oído

Lentamente me quitó la cinta de los ojos.


Paula estaba allí delante. Aquella chica tímida y dulce que conocí un tiempo atrás se había convertido en una mujer preciosa. Aunque seguía siendo igual de tímida.

Estaba allí de pie contemplando como su madre acariciaba mi morcillona polla, se le notaba que la situación le superaba. Se movía algo nerviosa intercalando miradas al techo con otras escuetas y directas a mi miembro. Lo que no ví fueron ganas de irse.

Pauña era de mediana estatura, con pelo castaño y liso que le llegaba más abajo de los hombros. Había heredado el atractivo de su madre pero con una car algo más delicada enmarcada por dos enorme y preciosos ojos que irradiaban dulzura.

Vestía un sueter rosa de manga larga que dejaba mostrar el ombligo y con un pronunciado escote que evidenciaba que era digna hija de su madre. Dos perfectas y proporcionadas tetas se insinuaban bajo la tela del sueter dando trabajo a los botones que lo mantenían en su sitio. Vestía, también, una falda corta de tiro alto estampada a cuadros dejando ver unas largas piernas.

Ahora era yo el que estaba en shock y fue entonces cuando descubrí que un chute de adrenalina como el que sentí en ese momento hace que se me ponga dura como un mástil.

Me sentía jodidamente poderoso entre las experimentadas manos de Sara a la vez que intentaba inconscientemente evitar que el corazón se me saliera del pecho.

- ¿Lo ves cariño? Te dije que seguro que no le importaría. Mira que contento se ha puesto de verte.

Paula me dedicó una etérea sonrisa que convirtió el dolor de abdomen en fuego.

- Este chico es un cielo y seguro que está encantado de estar aquí y ayudarnos con tu... con tus prácticas.- dijo antes de escupir un poco de saliva en sus manos.
 Sara hablaba como si yo no estuviera en aquella habitación, sin embargo no dejaba de poner toda su experimentada habilidad masturbatória al honorable cometido de vaciar mis huevos.


Sus manos se movían como bailarinas coordinadas a la perfección para hacerme la mejor paja a dos manos que me habían hecho jamás deleitándome con la lubricada presión moviéndose en espiral arriba y abajo.

Paula miraba embobada el desempeño de su madre intercalándolo con escudriñadoras miradas a mis ojos, Parecía estar ensimismada en mis gemidos y mi reacción a lo que Sara estaba haciendo.

- Cariño, ¿Porqué no bailas un poquito? Así como haces siempre en el TikTok.. Seguro que a él le encantará que lo hagas.

Paula me miró fugazmente antes de empezar a contonearse suavemente. Con cada movimiento sus pezones parecían acercarse cada vez más a la libertad. Ser testigo de aquella lucha y de lo que estaba viviendo fue algo que no pude aguantar.

Con un grito mudo por la cinta que tenía en la boca empecé a soltar chorro tras chorro por doquier mientras Sara seguía ordeñando mi polla decidida a sacar hasta la última got. Paula se quedó completamente quieta con excepción del espasmo que hizo cuando notó que le había salpicado en el brazo.

Yo quedé rendido en el sofá completamente extasiado con una cinta en la boca que podría haber escupido en cualquier momento mientras Sara se aseguraba de que no me quedaba nada más dentro. Nos quedamos en esa situación unos largos y placenteros segundos hasta que Paula volvió a la realidad y se marchó corriendo.

- Ahora sí que será mejor que te vayas.- dijo Sara levantándose del sofa


Yo tardé unos segundos en poder reaccionar.


-¿Eh? Eh sí, claro. Será lo mejor.- dije yo aún con temblor en las piernas.


- Mañana te llamo.- dijo ella


- ¿Sí?- dije yo más entusiasmado de lo que me hubiera gustado


- Para lo del cumpleaños de Paula...- dijo ella algo incómoda


- Eh sí claro, por supuesto. Los cumpleaños son importantes.


Me vestí como pude y salí de su casa.


"Joder ¿Los cumpleaños son importantes? ¿Quién dice eso?
Seguro que no me llama"





### VISITANDO LAS PÁGINAS DE MIS PATROCINADORES (ANUNCIOS DE ARRIBA Y ABAJO) ME AYUDAS MUCHÍSIMO A TRAER CONTENIDO AL BLOG MÁS FRECUENTEMENTE. ES TOTALMENTE GRATIS###