Chantaje a la madre de mi amigo (3)

 Capítulo 3: Una falsa abogada, una falsa moral y el escritorio del señor Muñoz


”¿Qué has hecho Marc?

¿Sabes que esto es delito no?”- contestó ella rápidamente.

Como ya he dicho, Helena trabaja desde hace muchos años como secretaria de un muy respetado abogado de la ciudad algo desfasado por el paso de los años. Que yo sepa ella nunca estudió, simplemente por un acto de enchufismo llegó a ese puesto, pese a eso siempre se las ha dado de tener amplios conocimientos en derecho y me consta que en según que círculos fanfarroneaba con ser socia del señor Muñoz quien sí era abogado colegiado. Helena se limitaba a llevar su agenda, recibir a las visitas, contestar el teléfono y prepararle el café. Bueno y, conociéndola como la conozco ahora, posiblemente también le daba algún servicio extra.

-” ¡Olvidaba que eres una abogada semi-profesional! Ya podrías haber recordado esa vocación durante todos los años que te pasaste robándonos dinero.- contesté yo antes de volver a ver el vídeo de los mejores momentos de Helena y mi polla

-” Marc esto no está bien, no puedo confiar en ti si me grabas sin mi consentimiento.”

-” No pienses mal mujer, lo he hecho para que puedas recordar lo bien que lo pasaste ayer”- contesté yo totalmente empalmado por el video

-” Lo haces para chantajearme y que haga lo que tu quieras”

-” También.- admití yo- Pero eso no quita que ayer estuvieras como loca por sentirme dentro de ti.”

Ella no contestó en unos instantes que se me hicieron eternos. El recuerdo de la noche anterior, la posibilidad cercana de poder volver a liberar a la bestia pero sobretodo el riesgo y el morbo de abusar de la madre de mi mejor amigo hacían que en ese momento estuviera completamente excitado. Y eso se traducía en una dura erección que no dudé en utilizar.

-” ¿Ya no te gusta la polla del mejor amigo de tu hijo?”- envié acompañado de un primer plano de mi mástil desafiando la gravedad

-” No eres más que un niñato.- contestó

¿Sabes dónde está mi oficina?”- preguntó ella pasados unos minutos demasiado largos

-” ¿Te refieres a la del señor Muñoz? Sí, sé donde está”- contesté

-” Ven en 45 minutos, no tendremos mucho tiempo”- dijo ella obviando mi puya

-” Buena chica”- contesté yo triunfante

No respondió, tampoco me importaba. Me duché y vestí con una erección constante, con la dificultad que eso comporta, y en el tiempo estipulado ya había aparcado mi coche y llamado al timbre del primero tercera. No me costó encontrarla puesto que de pequeño acompañé a Jorge a buscar a su madre al trabajo y había pasado horas jugando y pintando en su sala de espera.

Enseguida sonó el chasquido que indicaba que la puerta del edificio estaba abierta por lo que entré rápido, nervioso y confiado a la vez. Helena me esperaba al final de las escaleras que llevaban al primer piso con la mejor de sus sonrisas forzadas.

  • Buenas tardes- dijo Helena con un tono profesional por si los vecinos estaban escuchando- el señor Muñoz ha salido, no creo que tarde mucho en volver. Si quiere puede esperarlo dentro.- continuó indicándome que le siguiera.
  • Sí, claro…- contesté yo descolocado

Helena vestía una camisa ancha que parecía de seda (no soy muy bueno con las telas) metida por dentro de una falda por encima de las rodillas que remarcaba la voluptuosidad de sus caderas de una forma sutil y elegante. Yo, que sabía muy bien que había debajo de toda esa tela formal, no hacia más que calentarme notando que Willy quería ser libre otra vez.



  • Como te he dicho no tardará en volver- dijo ella cerrando la puerta- no tenemos más de media hora. A la sala de espera.- ordenó ella aparentemente nerviosa
  • Relájate, te noto alterada.- ironicé- ¿No habrán cámaras, verdad?
  • Si las hubiera no estarías aquí. ¿En que momento te convertiste en un capullo? Tu no eras así.- me dijo mientras cruzábamos la recepción
  • ¿Era?¿Cuando, hace 15 años? Los errores se pagan y si yo me tengo que comer el marrón de ocultarle a mi mejor amigo lo que sé de ti y sobretodo mentirle a mi madre para que te perdone lo menos que puedes hacer es callar y obedecer.- argumenté mientras entraba tras ella a la sala de espera

Ella no contestó, simplemente se estremeció al notar como la cogía desde atrás con mi mano izquierda en sus tetas, la derecha se abría paso a través de los botones de su pantalón y mi dura polla rozaba su trasero. La encargada de liberar sus maravillas colgantes ya había cumplido su misión regalándome una imagen brutal al verlas desparramarse entre la seda blanca. La encargada de su pantalón ya había avanzado sin resistencia hacía su depilado coño notando que estaba húmedo y caliente.

  • ¿Ves? Esto es lo que me da rabia.- me quejé en su oído- Después de todo lo que has hecho intentas demostrar una superioridad moral que no tienes porque en realidad estás deseando que el mejor amigo de tu hijo te empale como a una perra.

Seguí con mi discurso mientras tres dedos de mi mano derecha campaban a sus anchas por su mojada entrepierna provocando que Helena se moviera con espasmos masajeando así mi pene que seguía acoplado a su culo. Ella no decía nada solo gemía dejándose hacer totalmente pasiva.


  • ¿Vas a ser una buena puta?- le susurré al oído

Movió su cabeza de arriba a abajo afirmativamente sin hablar.

  • Quiero que me lo digas- insistí acelerando el ritmo de mis dedos dentro de ella

       •   Sí amo- contestó entre sollozos



El estruendo del teléfono de recepción sonó de golpe como si fuera una alarma asustándonos a los dos.

  • Tengo que contestar- pidió ella 
  • Ves pero date prisa, no querrás que vuelva tu jefe y nos vea así, ¿no?- contesté liberándola suavemente.

Se fue, recolocándose instintivamente las tetas dentro de su camisa, y en seguida escuché su voz profesional recibiendo la llamada. Se alargó más de lo esperado haciendo que perdiera toda la “intensidad”, además hacia un rato que no escuchaba su voz.

  • ¿Helena?- pregunté 
  • ¡Voy en seguida!- la escuché decir desde lejos

       •   ¿Qué pasa?- volví a preguntar ya algo preocupado 

Me guardé la herramienta y me dirigí en su busca esperando no encontrarme al señor Muñoz por el camino. No la encontré en la recepción pero sí que vi una puerta abierta que llevaba a un corto pasillo iluminado por la luz que salía de una habitación al final del mismo. Me quedé en silencio intentando escuchar cualquier ruido, sabía perfectamente que ese era el despacho principal y me daba respeto entrar sin saber que me iba a encontrar. Se oía un ruido irregular que rápidamente reconocí, alguien estaba escribiendo algo en un teclado de ordenador. Me asomé por el pasillo intentando mantener el mayor silencio posible con el corazón a mil. Poco a poco fui ganando ángulo para poder ver más, podía ver unas cortinas oscuras y espesas cubriendo parte de la pared de enfrente a la puerta y lo que parecían ser las patas de dos sillones de metal y cuero. Sin que el ruido de las teclas cesase conseguí ver la barroca mesa de madera oscura que el señor Muñoz utilizaba como escritorio y en seguida parte del brazo izquierdo de Helena, que estaba sentada detrás.


  • ¿Por qué te escondes? Te oigo respirar.- preguntó ella con algo de sorna
  • No sabía si iba a estar tu jefe aquí.- contesté apurado- ¿Por qué no me has dicho nada?- pregunté molesto mientras me acercaba a la mesa
  • Mi jefe es quien ha llamado, me ha dicho que no volverá hasta la tarde. Le han adelantado una vista y me ha pedido que le envíe toda la documentación. No tardaré mucho.- explicó ella con un tono de complicidad viendo como yo rodeaba la mesa para acercarme al lujoso sillón giratorio del señor Muñoz
  • ¿Entonces puedo abusar de ti durante más rato?- le dije suavemente colocándome detrás suyo, se había vuelto a abrochar los cordones de la camisa pero sus tetas parecían estar apunto de hacerlos volar
  • Y sin miedo a que nos pillen- contestó ella cada vez más suelta sin dejar de mirar la pantalla y mover el mouse- Sólo deja que haga esto y podrás hacerme lo que quieras.
  • Suena bien, por que me estas poniendo muy cachondo con ese rollo de secretaria. – le dije deslizando mi mano derecha hacia mi parte favorita de su cuerpo

Al estrujarlas por encima de la camisa noté que no llevaba el sujetador puesto.

       •   ¿Buscas esto?- preguntó Helena con fingida indiferencia y señalándolo con el dedo


Estaba a la izquierda del ordenador tirado encima de unas carpetas del color del papel reciclado . Aquello se estaba volviendo cada vez más morboso, no sé porque pero quería follármela allí mismo, encima de esa gran mesa donde la muy puta intentaba dárselas de abogada. Mientras pensaba todo aquello mis manos se habían puesto en modo automático y se daban un festín con las tetas de la madre de mi mejor amigo. Había desabrochado gran parte de la camisa sin dificultad y cada vez las estrujaba y manoseaba con más ímpetu.

  • Así no me ayudas.- se quejó ella
  • Me has pedido que te deje hacer esto, no me has dicho nada de lo que puedo hacer yo.- dije yo notando mi polla apretar la bragueta.
  • ¿Ya no te preocupan las cámaras?- preguntó empezando a disfrutar del masaje que le estaba dando.
  • Si hubieran cámaras no estarías tan tranquila.- repliqué liberando mi amenazante punzón de carne.

Otra vez el maldito teléfono volvió a provocarme un principio de infarto al sonar sin compasión, nos miramos asustados unos segundos hasta que contestó después de llevarse el dedo a los labios para pedirme silencio.

  • Despacho del señor Muñoz, buenos días. ¿En qué puedo ayudarle?- dijo ella de carrerilla

Pronto me recuperé del susto y volví a mis quehaceres de manosear desde atrás a Helena con la izquierda mientras con la derecha me manoseaba a mi. Lo hice de forma suave al principio para no asustarla y ella no puso ningún problema, mantenía su profesionalidad sin desconcentrarse ni un segundo. Era evidente que volvía a hablar con el señor Muñoz.

Acaricié su pelo con la izquierda mientras con la derecha le acerqué mi mástil a su mejilla derecha. Ella se estremeció al no esperarse ver una polla al lado de su cara mientras hablaba con su jefe. Lentamente acaricié con mi glande su ya algo arrugada pero suave piel hasta apoyarlo en la punta de su nariz, ella me miraba con ojos reprochadores intentando que parara. Yo contesté lamiendo mi mano izquierda para mojar mi capullo lubricándolo a su paso por su mejilla y su nariz. 

  • Sí señor Muñoz.- dijo ella por el teléfono sin poder ver bien la pantalla del ordenador.- Hasta mañana.

Colgó mientras yo, venido arriba, ya había cambiado las caricias por los golpes en sus mejillas.

  • ¡Por fin!- exclamó ella- Que sepas que eres un capullo por ponerme la polla en la cara mientras hablaba por teléfono.
  • Esa no es forma de hablar de tu ama. ¿Ya has acabado?- repliqué yo girando la silla hacia mi.
  • Tu pene no me paga las facturas Marc, mi jefe sí.- contestó ella rebelde

       •  No, pero es lo que hace que yo mantenga la boca cerrada y que tu grites como la puta que eres.- argumenté.- ¿Ya has acabado?

  • Sí, ya he acabado.- contestó ella como una niña pequeña.- Vamos a la sala de espera.- ordenó intentando ponerse de pie.

        •  ¿Que prisa tienes?- pregunté evitando que lo hiciera- Tu jefe no va a volver y aquí no hay cámaras.

La imagen era potente, me encontraba de pie pajeándome delante de Helena que estaba sentada en un lujoso sillón de piel marrón. Sus tetas colgaban imperiales de su camisa abierta y sus ojos escudriñaban los míos asumiendo que no nos íbamos a mover de allí. Volvió a regalarme aquella sensación de sumisión que tanto me activaba. Sin rechistar acercó la silla a mi y se incorporó ofreciéndome su boca.

  • Muy bien.- le premié acariciando su flequillo- ¿Sabes que vas a dejar el sillón perdido no?
  • No hay problema, la piel se limpia fácil. 
  • ¿Ah sí?- pregunté colocando mi mano izquierda en la parte derecha de su cara y mi glande en sus labios- Seguro que aquí te comes la polla flácida del señor Muñoz cuando él te lo pide.
  • ¿Eso te pondría celoso?- dijo ella extrañada antes de llenarse la boca
  • ¿Yo? ¿Por qué iba a estarlo?- acomodando mi glande cada vez más profundo en su garganta- Lo que hagas fuera de tu horario de esclava no me importa.

No contestó, era físicamente imposible hacerlo. Su respuesta fue apartar mi mano de su cara antes de poner las suyas en mis nalgas e incrustarse de un golpe gran parte de mi polla en su garganta. Sus ojos me regalaban una mirada de sumisión mezclada con algo de chulería, como queriendo demostrar sus habilidades mejoradas. Poco a poco fue ganando centímetros a costa de atragantarse cubriendo sus ojos de lágrimas los cuales no apartaba de los míos. Ahora era yo quien se dejaba hacer disfrutando de su iniciativa apoyando mis manos en su cabeza sin hacer fuerza, noté su nariz aplastarse ligeramente contra mi abdomen. Se abrazó a mis piernas mientras mantenía la posición durante largos y encomiables instantes antes de apartarse lentamente para poder soltar todas las babas. En seguida ya la tenía besando y lamiendo mis huevos mientras mi mástil reposaba entre su nariz y su frente.

  • ¡Oh!- exclame yo- Tu marido me va a tener que dar las gracias al final, cada vez lo haces mejor.
  • Sí, seguro que se pondría muy contento si se enterara de lo que me haces- contestó ella masturbándome lentamente con las dos manos.
  • Hoy te estás portando bien,- le dije yo acariciándole la mejilla- ¿Aún quieres que te folle?
  • ¡Sí, fóllame!- contestó ella intensificando su masaje y suplicando con sus ojos- Quiero sentirte así de duro dentro de mi.
  • Levántate y quítate los pantalones.- dije yo sentándome en su lugar

Ella obedeció sin hablar quedándose desnuda de cintura para abajo, su camisa seguía abrochada pero solo por los dos botones inferiores. Se sentó en la mesa con sus piernas abiertas hacia mi y empezó a acariciar sus labios vaginales con sus dedos. Yo le indiqué que se diera la vuelta con un gesto circular de mi dedo índice izquierdo mientras mi mano derecha pajeaba mi mástil. Helena volvió a obedecer apoyando sus brazos en la mesa y colocáncome el culo justo delante de mi cara.

  • Buena chica- dije palmeando sus nalgas 

En aquella postura podía ver con todo detalle el coño de la madre de Helena que me invitaba a entrar hasta el fondo. Con mis dedos noté su calor húmedo y casi me los succionó de inmediato, a los pocos segundos mis dedos índice, corazón y anular campaban a sus anchas haciendo que la madre de mi amigo gimiera apoyada en la mesa de su jefe.

De golpe reparé en el pequeño y apretado orificio que había justo encima de su vagina, nunca me había llamado la atención el sexo anal pero la idea de reventarle el culo a Helena me encendía un fuego en mi abdomen que se traducía en una durísima erección. Saqué mis dedos de su coño y suavemente le separé las nalgas con mis manos para poder tener una mejor perspectiva. Un agujero pequeño, rosa y arrugado se abría ligeramente pidiéndome a gritos que lo rellenara. Instintivamente escupí dentro haciendo que Helena se desestabilizara por la sorpresa.

  • ¡Marc, ni de coña!- se quejó ella- Eso sí que no puedo hacerlo.- continuó apartando su culo de mi.
  • ¿Por qué no puedes?- pregunté yo
  • No Marc,- contestó nerviosa- Martín lo ha intentado muchas veces y no puedo. Sólo con notar algo ahí me pongo muy nerviosa y me bloqueo. Todo mi cuerpo es tuyo menos eso.
  • Yo te puedo ayudar a perder ese miedo.- comenté yo divertido sin dejar de pajearme ni un segundo
  • No, no Marc de verdad. Tú con eso me destrozas.- suplicó
  • Está bien.- dije yo no muy convencido- Ven, súbete aquí- le ordené yo zarandeando mi polla.

No contestó simplemente se giró hacia mi y con un movimiento de profesional se sentó encima de mi cadera empalándose con mi mástil de un solo gesto y soltando un profundo gemido en el proceso. Yo, que seguía sentado en el amplio sillón del señor Muñoz, sólo podía ver las tetas de Helena que se aplastaban contra mi cara. No daba a basto con mis manos y mi boca para estrujar, lamer, aplastar y morder aquellas masas de carne que colgaban a mi alcance. 

Helena aprovechaba mi distracción frotando su coño contra mi pelvis de una forma frenética haciendo que mi duro pene recorriera todo el camino de entrada hacia sus adentros una y otra vez. Escuchaba sus gemidos enloquecidos amortiguados por sus tetas mientras sus manos me cogían por la cabeza, su humedad mojaba mi piel con cada gesto circular de las caderas de Helena que estaba aprovechando que le había cedido la inciativa para follarme brutalmente. A los pocos minutos sus gemidos se intensificaron y sus movimientos empezaron a ser cada vez más espasmódicos hasta que sus piernas acabaron flojeando. Helena se desparramó encima de mi jadeando y recuperando el aliento mientras me acariciaba el pelo.

  • ¿Te parece bonito utilizar así la polla del amigo de tu hijo para hacerte gritar como una perra?- le pregunté apartando su pezón de mi boca

Ella, que aún no se había recuperado del orgasmo, me contestó con una risa floja sin dejar de acariciar mi pelo como si fuera un tesoro con mi dura polla aún dentro. Ya se había divertido suficiente, ahora me tocaba a mi utilizarla a ella para dejarme satisfecho. Mis brazos envolvieron sus caderas y mis manos agarraron sus nalgas haciendo que levantara su culo lo suficiente para dejarme un margen de espacio para poder embestir a gusto y lentamente mi pene volvía a recorrer aquél camino que hacía gemir a Helena como si nadie pudiera oírla. 

Se incorporó ligeramente para poder recibir mejor mis progresivas embestidas por lo que aproveché para cogerla por las caderas y intensificar la violencia de mis acometidas. El sonido, parecido a una metralleta, del palmeteo de mi pelvis con sus nalgas competía con la estridencia de los gemidos de Helena que se agarraba a los brazos del sillón para mantener el equilibrio. Sus tetas rebotaban espectacularmente descontroladas mientras ella volvía a entrecerrar los ojos como en trance.

Me levanté del sillón agarrando fuerte a Helena para colocarla bruscamente encima de la mesa sin perder la conexión genital en ningún momento, se escuchó el ruido de carpetas y lápices caer al suelo mientras yo recuperaba la violencia de mis embestidas. Ella se incorporó sobre sus codos con las piernas abiertas alrededor de mi tronco clavando su mirada en mis ojos haciéndome ver que era mía. Alargué mi brazo derecho cogiéndole el cuello con la mano derecha para tener un mejor agarre.

  • ¡Fóllame Marc!- gimió como loca-!Párteme en dos!- chilló

Instintivamente abofeteé su cara para que no gritara más, esa oficina tenía familias como vecinos y seguro que nos estaban escuchando. Aquello surgió el efecto contrario ya que subió el volumen de sus gemidos.

  • ¡Castígame amo!- siguió ella descontrolada

Le escupí en la cara justo antes de sacársela de dentro y darle bruscamente la vuelta. Sus tetas se aplastaron contra la mesa mientras me volvía a ofrecer su culo, con mi mano izquierda le junté las muñecas por detrás de la espalda haciendo que la mantuviera abajo. Mi mano libre guió mi estaca otra vez dentro de su coño haciendo rebotar mi abdomen con sus nalgas cada vez más fuerte. Con cada golpe el escritorio del señor Muñoz se tambaleaba haciendo caer más cosas al suelo, la cara de Helena se frotaba con la madera al ritmo de mis caderas sin afectar al volumen de sus gritos.

Alargué mi mano derecha recogiendo su pelo en una coleta y tirando hacia arriba. En aquella postura podía introducir más profundo mi mástil que ya violaba su coño salvajemente. Helena mantenía sus constantes gemidos de éxtasis totalmente sumisa y ajena a la realidad, su cuerpo estaba allí pero ella estaba flotando muy por encima.

Aproveche el momento para soltarle el pelo y con mi pulgar acariciar suavemente ese agujero que tanta curiosidad me había despertado. Mantenía mis embestidas como maniobra de distracción para que no notara tanto mi dedo. Y al principio funcionó. Con mucha saliva y mucho tacto conseguí introducirle medio dedo índice en su ano antes de que ella me pidiera por favor, sin mucha convicción, que no lo hiciera. Pero no reaccionó, seguía igual de sumisa y quieta que antes a merced de mi voluntad.

Suavemente deslicé mi dedo fuera de aquél agujero justo para taponarlo desde fuera con mi glande.

       •   Marc me vas a destrozar.- suplicó ella sin moverse un centímetro

  • Ya no estás tan nerviosa como antes,- argumenté yo- yo creo que puede entrar un poco.

Sin esperar respuesta apreté un poco más mi lubricado glande contra aquél agujero apretado. Apenas entró nada Helena gemía desesperada, no parecía de dolor. Al menos no del todo. Mantuve la posición unos segundos antes de apretar un poco más y conseguir meter un cuarto de mi glande en el culo de la madre de mi amigo. Me daba cosa empujar más ya que aquello estaba muy apretado y parecía que podía reventar en cualquier momento, hice un poco de juego adelante y atrás pero aquello sólo hacía que Helena gimiera más fuerte.

  • Lo conseguirás Marc, pero otro día.- dijo ella apartando ligeramente su culo- Ahora me escuece demasiado.
  • Está bien,- dije yo viendo que le podía hacer un desastre si seguía.- ¿Pero entonces donde meto yo esto?- pregunté zarandeando mi mástil.

Helena se giró hacia mi y me contestó relamiéndose los labios.

  • ¿La garganta no te escuece?- ironicé yo sentándome de nuevo en el sillón
  • Ya has visto que en mi garganta sí que cabe- dijo ella arrodillándose entre mis piernas- mi cuello ya tiene la forma de tu polla.- continuó antes de cogerla con sus manos y lamer mis testículos

Yo no dije nada, le aparté las manos y le cogí la cabeza guiando su boca hacia mi glande. Cuando estuvieron alineados le cogí el pelo en dos coletas para guiar su movimiento de arriba a abajo. En pocos segundos el 90% de mi polla era engullida y escupida por Helena que me miraba a los ojos como una profesional con sus ruidos atragantados como banda sonora. Sus mejillas temblaban cada vez que mis estocadas se clavaban en su cuello, se la saqué de la boca llena de babas para restregarlas por sus mejillas y nariz. Me volvía loco notar la suavidad de su cara en mi piel así como ver mi polla dando bandazos por encima de sus ojos. La aplasté entre su mejilla izquierda y mi mano derecha manteniendo su barbilla en mi pelvis. Mi mástil recorría todo el lateral de su cara llegando hasta más arriba de su sien.

  • Es más grande que mi cabeza,- me elogió ella metida en su papel- me encanta sentirla tan dura y suave por mi cara.

Colocó su mano izquierda encima de la mía apretando aun más fuerte e inició un vaivén arriba y abajo pajeándome con su mejilla. Yo estaba apunto de explotar así que me puse de pie y le cogí la cabeza con las dos manos. Completamente sin control empecé a empujar adentro y afuera haciendo que se la comiera entera sin opción a retirarse. Tampoco lo intentaba, se limitaba a mirarme con ojos llorosos y a escupir cuando podía las babas que mi polla le creaba. Yo había dejado de embestir, me limitaba a mover salvajemente su cabeza como si utilizara una muñeca hinchable.

  • Oh me voy a correr- dije yo apurado- y te lo vas a tragar todo.- le dije sin parar de follarme su boca

Ella no reaccionó, bastante tenía con recibir como se debe a mi glande en su garganta. Noté que el disparo era inminente así que dejé de mover su cabeza y la mantuve fije para aguantar mis espasmódicas embestidas. En cada una de ella dejaba ir una carga de mi leche en lo más profundo de su garganta provocando que Helena se volviera a atragantar de más. Una de las cargas, incluso, acabó saliéndole por la nariz formando una efímera burbuja. Ahora el que jadeaba fuerte era yo notando como la estaba rellenando inyectándole mis fluidos dentro de su tráquea. Cuando me noté vacío retiré lentamente la manguera de su boca disfrutando del hilo de saliva entre su lengua y mi capullo.

  • Es un placer hacer tratos contigo.- dije yo limpiándome con un kleenex- Estate atenta al móvil para cuando te vuelva a necesitar.

Helena seguía de rodillas, despeinada y escupiendo los restos de corrida que no había podido tragarse mientras yo ya me vestía.

  • Creo que deberías limpiar todo esto antes de que llegue tu jefe.- le dije señalando el estropicio de babas y semen que era el sillón del señor Muñoz

Sin esperar respuesta me salí de la oficina hacia mi coche, en el camino volví a sentir aquella agradable paz y satisfacción que sólo Helena era capaz de darme. Con ella podía satisfacer cualquier deseo que tuviera y podía dejarme llevar sin control. Bueno aún quedaba el asunto de su follarme su ano, era como un logro que me quedaba por desbloquear.

De golpe la vibración de mi móvil me sacó de esos pensamientos. Me había llegado un mensaje de Helena.

– “Me sigue escociendo el culo por tu culpa y me cuesta caminar normal pero me follas como nadie lo ha hecho nunca.

«Gracias amo”- Acompañado de una foto en primer plano de sus tetas aplastadas entre sus brazos.

Lo leí, vi la foto, me recoloqué el paquete entre las piernas y pensando que la vida puede ser maravillosa guardé el móvil y me fui a mi casa

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